Después de cuatro años de la gira que los trajo a nuestro país, Gorillaz se presentó por segunda vez en Chile con un vibrante concierto en el Movistar Arena.
A pocos minutos del comienzo del show podía percibirse una audiencia transversal, principalmente jóvenes junto a sus familias, esperando en actitud relajada como si la previa fuera parte del espectáculo. Y por cierto lo era. Cerca de las 9 comenzó a sentirse la ansiedad, quizá por la espera de público fuera del recinto, y un retraso de casi 15 minutos.
Tras la breve demora se da inicio al show con la proyección animada de un televisor. Es el momento de sintonizar con el concierto, que se consagra con la presencia de Damon Albarn cantando el tema M1 A1. Desde ahí, el espectáculo es como un despegue que contagia la emoción de un viaje que pasará por diversas aguas. Con personajes que conocemos y que vendrán. Músicos que parecen amigos de la vida, y que nos invitan a su ecléctica fiesta.
Para el segundo tema ya aparecen las novedades y los viajes espaciales. Su más reciente álbum de estudio, publicado en 2020, “Song Machine, Season One: Strange Timez”, nos lleva a una luna con la cara del líder de The Cure, Robert Smith.
Todo lo sigue, en la casi treintena de canciones que Gorillaz presentó, es conexión. La banda, que surgió misteriosa adelantando tiempos de virtualidad, lo que nos muestra en su performance es toda su humanidad, calidez y presencia. La figura de Damon Albarn al frente, paseándose por todo el escenario, dando cuenta de una energía que conecta con el público, y que no decae, se despliega hasta el final del show como una narrativa decidida.
Como buen capitán, Albarn conectó culturalmente desde el escenario. Banderas y sonoridades del pueblo mapuche, frases en español, y otros guiños a la fanaticada que le hizo llegar regalos como máscaras, dieron el toque especial que quizá se echó en menos de que invitase a un músico local como sí hizo en su show en Argentina. Sin embargo, lo que no se puede negar es la generosidad del grupo, identificado en ese buen anfitrión e invitado, que disfruta de lo que ofrece y lo que recibe.
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Otro momento de conexión directa se vivió cuando Damon bajó sorpresivamente del escenario para acercarse al público, haciendo un breve pero intenso recorrido por el lado izquierdo de la cancha.
La potencia de la banda – que sobresale del formato típico al contar con dos baterías y cuatro coristas- adoptó protagonismo en distintos momentos. Uno particularmente destacable es en la mitad del concierto, cuando interviene la corista Michelle Ndegwa, desbordando talento en “Kids with Guns”.
La extensa pantalla central, y dos laterales, brindaron también una panorámica que no dejó de mostrar a los músicos y una propuesta visual atractiva, que diversificó sus contenidos para mostrar desde problemáticas medioambientales a historias ficcionadas con Noodle, Murdoc, 2-D y Russel. Momentos y pausas que se agradecen en esta formación transdimensional y dinámica de Gorillaz, que da espacio a sus integrantes e invitados, desde el bloque de raperos en vivo, hasta las apariciones de Mos Def, Robert Smith y Elton John como colaboradores que estuvieron presentes en pantalla. Un recorrido por toda la discografía del grupo de 21 años trayectoria junto a sus personajes, que no abandonan el imaginario de Gorillaz
Galería de Gorillaz en Movistar Arena
Texto: Gabriela Alvarez / Fotos – © Checho García Pardo (@chechofotografo)
